Menéndez Pelayo ya la definió hace un siglo como una obra que en su esencia era radicalmente inmoral. Mientras que Juan Eugenio de Hartzenbusch reconoció A secreto agravio, secreta venganza como una de las mejores obras de Calderón y aún una de las mejores del teatro, aunque si bien era cierto que ofendía a la moral. Y es que hemos de reconocer que el “honor calderoniano” es un honor cruelmente severo e inflexible, en cuyo nombre la venganza es siempre lícita. La traducción de A secreto agravio, secreta venganza a las formas reconocibles del thriller nos permite tomar ventaja respecto a este empeño: asentar un debate sobre la pervivencia en la sociedad española contemporánea de modelos de relación afectiva que permitan justificar un asesinato execrable.